La belleza del día: “Prometeo”, de José Clemente Orozco
Cuenta la historia que siendo un niño José Clemente Orozco, el gran muralista mexicano, solía mirar desde la ventana lo que sucedía en el taller del grabador José Guadalupe Posadas y que aquella experiencia iniciática fue fundamental para que comenzara una experiencia cercana con el arte. “Este fue el estímulo que despertó mi imaginación y me impulsó a emborronar papel con los primeros muñecos”, dijo Orozco años después.
Pero Orozco, de quien hoy se cumple un nuevo aniversario de nacimiento, no tuvo siempre muy claro a qué quería dedicarse. Si bien la arquitectura y la pintura eran las profesiones que más le interesaban, no fue hasta un trágico accidente con fuegos artificiales, en el que perdió la mano izquierda y sufrió daños en un ojo, que desechó el deseo de construir edificios porque físicamente no tendría una presencia socialmente aceptable.
A diferencia de otros grandes muralistas como David Alfaro Siqueiros y Diego Rivera, la formación de Orozco fue mexicana, ya que comenzó a viajar cuando ya se había hecho un nombre en la pintura. En sus temas no solo merodeaba el espíritu de Guadalupe, con sus famosas Katrinas, sino también tópicos comunes a la época como el arte popular, las prácticas religiosas aztecas y las leyendas que conformaban las fiestas populares. y, por supuesto, llegado el momento, las ideas revolucionarias. Aunque, si bien la obra de Orozco fue política, no fue propagandística, aclaración no menor.
Cuenta la historia que siendo un niño José Clemente Orozco, el gran muralista mexicano, solía mirar desde la ventana lo que sucedía en el taller del grabador José Guadalupe Posadas y que aquella experiencia iniciática fue fundamental para que comenzara una experiencia cercana con el arte. “Este fue el estímulo que despertó mi imaginación y me impulsó a emborronar papel con los primeros muñecos”, dijo Orozco años después.
Pero Orozco, de quien hoy se cumple un nuevo aniversario de nacimiento, no tuvo siempre muy claro a qué quería dedicarse. Si bien la arquitectura y la pintura eran las profesiones que más le interesaban, no fue hasta un trágico accidente con fuegos artificiales, en el que perdió la mano izquierda y sufrió daños en un ojo, que desechó el deseo de construir edificios porque físicamente no tendría una presencia socialmente aceptable.
A diferencia de otros grandes muralistas como David Alfaro Siqueiros y Diego Rivera, la formación de Orozco fue mexicana, ya que comenzó a viajar cuando ya se había hecho un nombre en la pintura. En sus temas no solo merodeaba el espíritu de Guadalupe, con sus famosas Katrinas, sino también tópicos comunes a la época como el arte popular, las prácticas religiosas aztecas y las leyendas que conformaban las fiestas populares. y, por supuesto, llegado el momento, las ideas revolucionarias. Aunque, si bien la obra de Orozco fue política, no fue propagandística, aclaración no menor.