La belleza del día: “Autorretrato”, de Elisabeth Louise Vigée-LeBrun
Las buenas influencias. Elisabeth Louise Vigée-LeBrun nació en una familia humilde pero con sensibilidad artística en las afueras de París, en 1755. Su padre era retratista y eso le abrió las puertas a las familias burguesas. Y le enseñó todo lo que sabía a su pequeña hija que, así como su hermanito mostraba interés para la literatura, ella prometía un talento especial para la pintura.
“Autorretrato” (1790) de Elisabeth Louise Vigée Le Brun
De los 6 a los 11 años vivió en un internado y aprovechó ese tiempo para pintar sin parar. Pero a ocurrió lo peor: su padre, su maestro, a quien ella doraba y admiraba, murió repentinamente en una operación médica fallida. Podría haber dejado de pintar, podría haberse hundido en la depresión, pero ocurrió lo contrario: tomó los pinceles y se puso a pintar. Durante su adolescencia retrató a toda su familia.
Fue su madre quien la ayudó a abrirse su propio estudio. Tenía sólo quince años pero, como le decían todos, pintaba como nadie. Duró unos años hasta que las autoridades le exigieron cerrarlo porque no contaba con las licencias requeridas. Una vez más podría haber desistido, pero hizo lo opuesto: buscó ingresar en las instituciones del arte, y lo consiguió: en 1774 entró en la Real Academia de Pintura y Escultura.
Ese mismo año conoció al pintor y comerciante de arte Jean-Baptiste Pierre LeBrun, con quien se casó en 1776. No estaba enamorada pero necesitaba salir de su casa: no aguantaba más vivir con su padrastro, la nueva pareja de su madre. Como su marido era un mujeriego, adicto al juego y a las prostitutas, ella se enfocó en su trabajo.
Las buenas influencias. Elisabeth Louise Vigée-LeBrun nació en una familia humilde pero con sensibilidad artística en las afueras de París, en 1755. Su padre era retratista y eso le abrió las puertas a las familias burguesas. Y le enseñó todo lo que sabía a su pequeña hija que, así como su hermanito mostraba interés para la literatura, ella prometía un talento especial para la pintura.
“Autorretrato” (1790) de Elisabeth Louise Vigée Le Brun
De los 6 a los 11 años vivió en un internado y aprovechó ese tiempo para pintar sin parar. Pero a ocurrió lo peor: su padre, su maestro, a quien ella doraba y admiraba, murió repentinamente en una operación médica fallida. Podría haber dejado de pintar, podría haberse hundido en la depresión, pero ocurrió lo contrario: tomó los pinceles y se puso a pintar. Durante su adolescencia retrató a toda su familia.
Fue su madre quien la ayudó a abrirse su propio estudio. Tenía sólo quince años pero, como le decían todos, pintaba como nadie. Duró unos años hasta que las autoridades le exigieron cerrarlo porque no contaba con las licencias requeridas. Una vez más podría haber desistido, pero hizo lo opuesto: buscó ingresar en las instituciones del arte, y lo consiguió: en 1774 entró en la Real Academia de Pintura y Escultura.
Ese mismo año conoció al pintor y comerciante de arte Jean-Baptiste Pierre LeBrun, con quien se casó en 1776. No estaba enamorada pero necesitaba salir de su casa: no aguantaba más vivir con su padrastro, la nueva pareja de su madre. Como su marido era un mujeriego, adicto al juego y a las prostitutas, ella se enfocó en su trabajo.