Wuhan, la ciudad donde comenzó a propagarse la covid-19 y la que vivió el primer gran confinamiento para frenar la pandemia, celebró en masa la llegada del año nuevo, casi como si nada hubiese pasado.
Desde primera hora de la tarde, riadas de personas atestaron el metro de la ciudad, de 11 millones de habitantes, para llegar a la calle peatonal de Jianghan, escenario de una aglomeración que sorprendió a los propios residentes.
“No veía tanta gente junta desde hacía años, es muy emocionante ver Wuhan así”, apuntó el joven Yao, que paseaba junto con su novia a lo largo de esa vía comercial, donde se veían colas para poder entrar en tiendas y restaurantes.
La mayoría eran jóvenes sin miedo a contagios -Wuhan sumó su último caso de covid por transmisión local a mediados de mayo- y “con ganas de recuperar el tiempo perdido”, agregó la sonriente chica, Wu, ataviada con unas orejitas de conejo postizas.
“Tenemos derecho a disfrutar”, manifestó Leng, un estudiante universitario, que pese a la normalidad de la jornada tiene aún presente los estragos que causó la covid o el estricto confinamiento de la ciudad, que comenzó a finales de enero y se alargó durante 11 semanas: “Si me dices a finales de febrero que hoy estaríamos así, no me lo creería”, relató.
Wuhan, la ciudad donde comenzó a propagarse la covid-19 y la que vivió el primer gran confinamiento para frenar la pandemia, celebró en masa la llegada del año nuevo, casi como si nada hubiese pasado.
Desde primera hora de la tarde, riadas de personas atestaron el metro de la ciudad, de 11 millones de habitantes, para llegar a la calle peatonal de Jianghan, escenario de una aglomeración que sorprendió a los propios residentes.
“No veía tanta gente junta desde hacía años, es muy emocionante ver Wuhan así”, apuntó el joven Yao, que paseaba junto con su novia a lo largo de esa vía comercial, donde se veían colas para poder entrar en tiendas y restaurantes.
La mayoría eran jóvenes sin miedo a contagios -Wuhan sumó su último caso de covid por transmisión local a mediados de mayo- y “con ganas de recuperar el tiempo perdido”, agregó la sonriente chica, Wu, ataviada con unas orejitas de conejo postizas.
“Tenemos derecho a disfrutar”, manifestó Leng, un estudiante universitario, que pese a la normalidad de la jornada tiene aún presente los estragos que causó la covid o el estricto confinamiento de la ciudad, que comenzó a finales de enero y se alargó durante 11 semanas: “Si me dices a finales de febrero que hoy estaríamos así, no me lo creería”, relató.